Ricœur, Derrida. El desafío de la metáfora

Frente a la idea aceptada según la cual la metáfora sería sólo un ornamento secundario del concepto filosófico, pondremos de relieve una dependencia fundamental y discreta del pensamiento filosófico respecto a la metáfora. Un esfuerzo metafórico atraviesa el discurso filosófico a la manera de un enigma que dinamiza y amenaza a la vez su despliegue especulativo. Precisamente alrededor del enigma de la metáfora se anuda una singular discusión entre Ricoeur y Derrida. Paul Ricoeur inicia este debate en el 8o estudio de La metáfora viva (1975) bajo la forma de una crítica a La mitología blanca (1969) de Jacques Derrida y esta crítica da lugar, tres años más tarde, a una respuesta de Derrida en La retirada de la metáfora (1978). Los términos de este intercambio toman un giro paradójico y desconcertante: mientras que Ricoeur atribuye a Derrida unas tesis que se esfuerza por refutar, porque amenazarían el proyecto de su hermenéutica crítica, Derrida discute por su parte esta interpretación reivindicando el estatuto deconstructivo de su escritura y subrayando los puntos de acuerdo con Ricoeur. La clave de esta discusión reside en el posicionamiento complejo de ambos pensadores con respecto a la crítica heideggeriana del lazo entre metafórica y metafísica; la cuestión de la escritura filosófica, en sus relaciones con la imaginación productora, da lugar a la desviación entre un pensamiento de la diferencia y un pensamiento de la acción. Si esto es un desafío de la metáfora, es porque en sus relaciones con la filosofía implica una cierta determinación del estatuto del concepto filosófico, conduce a una concepción específica de la textualidad y compromete una interrogación de conjunto sobre la posibilidad (o la imposibilidad) de una renovación de la ontología.